A Ángel Iván Vidal Velarde la vida le puso a prueba dos veces en la misma semana. La primera, cuando a solo dos días del examen de admisión de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) tuvo que ser operado de emergencia por apendicitis. La segunda, cuando decidió que, pese al dolor y la recomendación de sus padres de descansar, viajaría hasta Lima para sentarse frente al examen que tanto había esperado.
Desde niño, Ángel soñaba con ser ingeniero civil. Creció en Satipo, Junín, pero no dejó que la distancia —12 horas de viaje— ni las dificultades lo apartaran de su meta. Convenció a sus padres para dejarlo vivir solo en un cuarto alquilado en Lima y prepararse para postular. El examen de este 2025-II era su segunda oportunidad y no estaba dispuesto a dejarla pasar.
“Me operaron dos días antes, pero vine a cumplir mi sueño. Mis papás me dijeron que no vaya, que espere a la próxima… pero yo quiero seguir intentándolo”, confesó. Con paso lento, pero con la mirada fija en el objetivo, Ángel demostró que los sueños no entienden de excusas ni de límites, y que la verdadera fuerza se mide en la capacidad de seguir adelante, incluso cuando todo parece detenerte.